martes, 25 de diciembre de 2012


LA ENERGIA MASCULINA


La Cualidad Específica

1.    Podemos decir que la energía masculina es una cualidad de la vida poco comprendida hoy y por eso casi estancada en su proceso de aprendizaje. A fin de definirla podemos referirnos a un principio cósmico ligado al acto, a la diferenciación y al deseo y el poder de penetrar en la sustancia para generar nuevas formas que –entre otras cualidades- relacionamos con la masculinidad.

2.    Desde el punto de vista humano e histórico, ésta está vinculada con la capacidad de ir más allá de lo interior para penetrar en lo desconocido. El varón de la especie está ligado a la fuerza que nos permite ir más allá de la caverna protectora y enfrentar la dureza del mundo para transformarlo y habitarlo.

3.    Fuerza, dureza, límite, construcción, aventura, riesgo son palabras que asociamos con esta cualidad. En ellas se sintetiza la necesidad primaria de enfrentarse al mundo y desplegar la capacidad de dominarlo. De doblegar el exterior para construir un interior protector dentro del cual crecer. Pero también ser capaces de atreverse a salir de la nueva protección construida para extender el radio de acción de la humanidad en todos sus niveles.

      Los Humanos
4.    Cada varón hereda, a través de la evolución, las cualidades que le permitieron competir exitosamente con las demás especies en la lucha básica por la supervivencia. Los humanos somos seres extremadamente vulnerables que necesitamos construir sólidas defensas que nos permitan desarrollar después cualidades más sutiles. Para esto hemos necesitado usar la fuerza y una forma muy particular de inteligencia.

5.    La vida en la Tierra se organiza  en base a la necesidad de cada organismo de tomar energía de otros para subsistir. Dicho llanamente  necesitamos matar y destruir para alimentarnos, abrigarnos, protegernos, etc. La programación básica de la vida supone el desarrollo de estructuras agresivas que tengan la fuerza suficiente como para defenderse, capturar y destruir a otros seres.       El programa genético que desarrolla espinas, garras y colmillos en otros niveles de la evolución, se continúa en el humano con un modo de la inteligencia que nos permite suplementar nuestras carencias comparativas (en términos de fuerza física) desarrollando tecnología en general y armas en particular. El arma -desde el garrote hasta el misil atómico- es la continuidad de la espina, el colmillo y la garra.


6.    Está fuerza -imprescindible para la especie- está en nosotros  y –como sabemos- es complementaria de otras cualidades más sutiles y amorosas que nos constituyen. Es evidente que las civilizaciones se desarrollan sosteniéndose en esta fuerza y gracias a  ella (en el interior calmo que el uso de esta nos permite) florecen  los atributos más alejados de lo inmediatamente animal. Pero pareciera formar parte del proceso evolutivo que a -partir de cierto punto del desarrollo  civilizatorio y psicológico- las cualidades sutiles que van madurando en nosotros entren en conflicto con las básicas.

La Contradicción
7.    Es indudable que las cualidades viriles conllevan el riesgo de la dominación, el sometimiento y la crueldad. En la raíz misma de lo masculino está la tentación del sadismo. Gracias al florecimiento de la sensibilidad que la civilización nos permite, un verdadero estremecimiento se produce en nosotros cada vez que contemplamos la historia y advertimos el monto de destrucción que hemos dejado a nuestro paso. El tipo de hombre actualmente orientado hacia el desarrollo de las cualidades sensibles muchas veces siente repugnancia ante el uso de esta energía básica y su primer movimiento no es el de comprenderla para aprender a expresarla de una mejor manera sino el criticarla y querer liberarse de ella.

 
8.    La dificultad en equilibrar correctamente y descubrir nuevas formas creativas del encuentro entre las cualidades  masculinas y las femeninas se traslada al interior del varón (y de la civilización misma) que ha tomado contacto y desarrollado en algún nivel su lado sensible. En ese punto se estanca el aprendizaje de lo masculino e incluso el desarrollo del femenino del varón pareciera tender a castrarlo con una crítica despiadada hacia las cualidades específicas de lo viril. Esto hace que la virilidad en cuanto tal se siga desarrollando en aquellos varones con escasa energía femenina que se imponen sistemáticamente sobre los otros repitiéndose así las fases primarias del desarrollo en un ciclo repetitivo que tiende a detenerse siempre en el mismo punto (la civilización con un exceso de varones sensibilizados con un femenino crítico a su virilidad profunda, tiende a decaer hasta colapsar a manos de los varones menos sensibles -más “primitivos”- que mantienen intacta la potencia masculina pero en su estado más crudo, dando inicio a un nuevo ciclo).

      El  Conflicto
9.    Esta estructura –que adquiere clara visibilidad en nuestra civilización actual- se despliega dentro de cada uno de nosotros en tanto individuos. Apenas un varón comienza a desarrollar su lado sensible, su acción en el mundo parece perder potencia y empieza a “perder” con los varones más duros. Esto suele llevarlo a fracasos económicos y dificultades de todo tipo que –o lo obligan a retornar a su dureza anterior- o lo conducen a marginarse y agruparse con otros varones semejantes para criticar la dureza del mundo   pero perdiendo toda incidencia en la construcción real del mismo.

10. En un sentido profundo la contradicción interna entre el lado masculino y el femenino en un varón puede llevarlo a graves problemas de autoestima, una excesiva dependencia de lo femenino y a veces a una crítica desequilibrada hacia el lado duro del mundo –como forma compensatoria- que adquiere muchas veces características infantiles. Todo esto genera importantes limitaciones en su capacidad creativa y en su bienestar general.

      La Indagación
11. Esta situación nos lleva a interrogarnos –sin perder nivel de desarrollo alcanzado por la sensibilidad - acerca de la existencia de un camino en el que podamos tomar contacto con lo más genuino y profundo de la masculinidad. Nos preguntamos si no existe acaso –en la memoria de la especia- la pauta de un aprendizaje que no eluda ninguna de las dificultades de esta energía sino que sea capaz de atravesarlas con plena conciencia para integrarlas más tarde con las femeninas (que muy posiblemente sea más profundas y diferentes a las que hoy percibimos con este nivel de masculinidad)


12. Ante esta pregunta aparece ante nosotros una senda arquetípica casi olvidada que algunas tradiciones que nos precedieron en la evolución se atrevieron a recorrer en procura del desarrollo equilibrado  de las cualidades del verdadero hombre.

      La Propuesta

Este trabajo consta de una serie de rituales. De formas interactivas o coreografías que deben ser desplegadas cuidadosamente a fin de evocar las capas más profundas de la psiquis. En estas capas se encuentran en estado latente cualidades esenciales de enorme potencia que aspiramos a poner en actividad. Estas no se dinamizan a través de estímulos intelectuales ni tampoco psicológicos de nivel individual sino que solo responden a imágenes y situaciones arquetípicas extremadamente profundas. Estas entran en una resonancia psíquica significativa solo en marcos grupales y en un entorno natural capaz de quebrar los condicionamientos que surgen de las capas más superficiales.

Un ritual no tiene efectividad si se limita a ser una situación “como sí” o una coreografía meramente simbólica.  Hay un nivel del inconciente para el cual ese entramado de imágenes, sonidos, símbolos, gestos y palabras adquiere efectividad y pone en actividad cualidades que de otro modo tardarían años en ser tocadas. De allí la importancia de  comprender la índole potentemente creativa de los rituales.

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