LA ENERGIA MASCULINA
La Cualidad Específica
1. Podemos decir que la
energía masculina es una cualidad de la vida poco comprendida hoy y por eso
casi estancada en su proceso de aprendizaje. A fin de definirla podemos
referirnos a un principio cósmico ligado al acto, a la diferenciación y al
deseo y el poder de penetrar en la sustancia para generar nuevas formas que
–entre otras cualidades- relacionamos con la masculinidad.
2. Desde el punto de vista humano
e histórico, ésta está vinculada con la capacidad de ir más allá de lo interior
para penetrar en lo desconocido. El varón de la especie está ligado a la fuerza
que nos permite ir más allá de la caverna protectora y enfrentar la dureza del
mundo para transformarlo y habitarlo.
3. Fuerza, dureza, límite,
construcción, aventura, riesgo son palabras que asociamos con esta cualidad. En
ellas se sintetiza la necesidad primaria de enfrentarse al mundo y desplegar la
capacidad de dominarlo. De doblegar el exterior para construir un interior
protector dentro del cual crecer. Pero también ser capaces de atreverse a salir
de la nueva protección construida para extender el radio de acción de la
humanidad en todos sus niveles.
Los Humanos
4. Cada varón hereda, a
través de la evolución, las cualidades que le permitieron competir exitosamente
con las demás especies en la lucha básica por la supervivencia. Los humanos
somos seres extremadamente vulnerables que necesitamos construir sólidas
defensas que nos permitan desarrollar después cualidades más sutiles. Para esto
hemos necesitado usar la fuerza y una forma muy particular de inteligencia.
5. La vida en la Tierra se organiza en base a la necesidad de cada organismo de
tomar energía de otros para subsistir. Dicho llanamente necesitamos matar y destruir para
alimentarnos, abrigarnos, protegernos, etc. La programación básica de la vida
supone el desarrollo de estructuras agresivas que tengan la fuerza suficiente
como para defenderse, capturar y destruir a otros seres. El programa genético que desarrolla
espinas, garras y colmillos en otros niveles de la evolución, se continúa en el
humano con un modo de la inteligencia que nos permite suplementar nuestras
carencias comparativas (en términos de fuerza física) desarrollando tecnología
en general y armas en particular. El arma -desde el garrote hasta el misil
atómico- es la continuidad de la espina, el colmillo y la garra.
6. Está fuerza
-imprescindible para la especie- está en nosotros y –como sabemos- es complementaria de otras
cualidades más sutiles y amorosas que nos constituyen. Es evidente que las
civilizaciones se desarrollan sosteniéndose en esta fuerza y gracias a ella (en el interior calmo que el uso de esta
nos permite) florecen los atributos más
alejados de lo inmediatamente animal. Pero pareciera formar parte del proceso
evolutivo que a -partir de cierto punto del desarrollo civilizatorio y psicológico- las cualidades
sutiles que van madurando en nosotros entren en conflicto con las básicas.
La Contradicción
7. Es indudable que las
cualidades viriles conllevan el riesgo de la dominación, el sometimiento y la
crueldad. En la raíz misma de lo masculino está la tentación del sadismo.
Gracias al florecimiento de la sensibilidad que la civilización nos permite, un
verdadero estremecimiento se produce en nosotros cada vez que contemplamos la
historia y advertimos el monto de destrucción que hemos dejado a nuestro paso.
El tipo de hombre actualmente orientado hacia el desarrollo de las cualidades
sensibles muchas veces siente repugnancia ante el uso de esta energía básica y
su primer movimiento no es el de comprenderla para aprender a expresarla de una
mejor manera sino el criticarla y querer liberarse de ella.
8. La dificultad en
equilibrar correctamente y descubrir nuevas formas creativas del encuentro
entre las cualidades masculinas y las
femeninas se traslada al interior del varón (y de la civilización misma) que ha
tomado contacto y desarrollado en algún nivel su lado sensible. En ese punto se
estanca el aprendizaje de lo masculino e incluso el desarrollo del femenino del
varón pareciera tender a castrarlo con una crítica despiadada hacia las
cualidades específicas de lo viril. Esto hace que la virilidad en cuanto tal se
siga desarrollando en aquellos varones con escasa energía femenina que se
imponen sistemáticamente sobre los otros repitiéndose así las fases primarias
del desarrollo en un ciclo repetitivo que tiende a detenerse siempre en el
mismo punto (la civilización con un exceso de varones sensibilizados con un
femenino crítico a su virilidad profunda, tiende a decaer hasta colapsar a
manos de los varones menos sensibles -más “primitivos”- que mantienen intacta
la potencia masculina pero en su estado más crudo, dando inicio a un nuevo
ciclo).
El Conflicto
9. Esta estructura –que
adquiere clara visibilidad en nuestra civilización actual- se despliega dentro
de cada uno de nosotros en tanto individuos. Apenas un varón comienza a
desarrollar su lado sensible, su acción en el mundo parece perder potencia y
empieza a “perder” con los varones más duros. Esto suele llevarlo a fracasos
económicos y dificultades de todo tipo que –o lo obligan a retornar a su dureza
anterior- o lo conducen a marginarse y agruparse con otros varones semejantes
para criticar la dureza del mundo pero
perdiendo toda incidencia en la construcción real del mismo.
10. En un sentido profundo la
contradicción interna entre el lado masculino y el femenino en un varón puede
llevarlo a graves problemas de autoestima, una excesiva dependencia de lo
femenino y a veces a una crítica desequilibrada hacia el lado duro del mundo
–como forma compensatoria- que adquiere muchas veces características
infantiles. Todo esto genera importantes limitaciones en su capacidad creativa
y en su bienestar general.
La Indagación
11. Esta situación nos lleva
a interrogarnos –sin perder nivel de desarrollo alcanzado por la sensibilidad -
acerca de la existencia de un camino en el que podamos tomar contacto con lo
más genuino y profundo de la masculinidad. Nos preguntamos si no existe acaso
–en la memoria de la especia- la pauta de un aprendizaje que no eluda ninguna
de las dificultades de esta energía sino que sea capaz de atravesarlas con
plena conciencia para integrarlas más tarde con las femeninas (que muy posiblemente
sea más profundas y diferentes a las que hoy percibimos con este nivel de
masculinidad)
12. Ante esta pregunta
aparece ante nosotros una senda arquetípica casi olvidada que algunas
tradiciones que nos precedieron en la evolución se atrevieron a recorrer en
procura del desarrollo equilibrado de
las cualidades del verdadero hombre.
La Propuesta
Este
trabajo consta de una serie de rituales. De formas interactivas o coreografías
que deben ser desplegadas cuidadosamente a fin de evocar las capas más
profundas de la psiquis. En estas capas se encuentran en estado latente
cualidades esenciales de enorme potencia que aspiramos a poner en actividad.
Estas no se dinamizan a través de estímulos intelectuales ni tampoco
psicológicos de nivel individual sino que solo responden a imágenes y
situaciones arquetípicas extremadamente profundas. Estas entran en una
resonancia psíquica significativa solo en marcos grupales y en un entorno
natural capaz de quebrar los condicionamientos que surgen de las capas más superficiales.
Un ritual no tiene efectividad si se limita a ser una situación “como sí” o una coreografía meramente simbólica. Hay un nivel del inconciente para el cual ese entramado de imágenes, sonidos, símbolos, gestos y palabras adquiere efectividad y pone en actividad cualidades que de otro modo tardarían años en ser tocadas. De allí la importancia de comprender la índole potentemente creativa de los rituales.
Un ritual no tiene efectividad si se limita a ser una situación “como sí” o una coreografía meramente simbólica. Hay un nivel del inconciente para el cual ese entramado de imágenes, sonidos, símbolos, gestos y palabras adquiere efectividad y pone en actividad cualidades que de otro modo tardarían años en ser tocadas. De allí la importancia de comprender la índole potentemente creativa de los rituales.
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